En el 2001 fue descubierta la ciudad de San Bartolo, nada más y nada menos que en las tierras centrales de Yucatán, el corazón de la cultura maya. Si pasó tanto tiempo desapercibida, es porque su pirámide está totalmente cubierta por tierra y vegetación, dando a simple vista la imagen de un monte.
La ciudad estaba compuesta por dicha pirámide, un recinto palacial, una cancha de juego de pelota y unos 100 edificios. La pirámide está constituida por varios edificios, al estilo matrioska: un gobernante construía una, y el siguiente, para demostrar ser más poderoso que el anterior, erigía una mayor encima, sin derribar la anterior. Este sistema permite conservar las pirámides interiores prácticamente intactas. En este caso hay un total de seis pirámides, construidas entre el 400 y el 190 a.C.
Alrededor de la pirámide se conservan dos murales de
pinturas.
En la primera línea del muro oeste se representa la
siguiente secuencia: un primer dios sacrificando su pene, un sacrificio de un
pescado, un primer árbol con aves para simbolizar que llega hasta el cielo, y a
continuación la repetición de la secuencia cambiando al pez por un venado, y
finalmente una tercera repetición.
En la segunda línea se aprecian restos de lo que podía ser
una representación del dios del maíz, que se corona a sí mismo como gobernante.
En la tercera línea se representa al dios del maíz niño, en
crecimiento y sacrificándose para crear; finalmente, un rey siendo coronado.
En la religión maya, un dios debe sacrificarse para crear,
al igual que el maíz debe “morir” para que sus semillas sean enterradas y
vuelva a brotar.
En el muro norte se vuelve a representar al dios
del maíz. Se empieza con una calabaza de la que surgen dos personajes con
cordón umbilical, ante la presencia de un dios.
A continuación una mujer entre tamales como ofrenda, y un hombre ofrece una
calabaza que es recogida por el dios del maíz; otras dos mujeres
suplican algo al dios, mientras otros dos hombres traen ofrendas.
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