La Francia de Felipe IV el Hermoso se hallaba cubierta de
deudas, por lo que el monarca decidió solicitar un importante préstamo a la
Orden del Temple, conocidos por su actividad como banqueros. Pero llegado el
momento de devolver este préstamo, el rey, resentido además por la negativa de
la Orden de fusionarse con los caballeros hospitalarios, de menos poder,
decidió urdir un plan para deshacerse de los templarios y, además de librarse
de la deuda contraída, poder confiscar todos sus bienes. Para esto, se valió de
difamaciones, falsas acusaciones y de su influencia sobre el Papa.
El Rey lograría su propósito, y el 18 de marzo de 1314 era
quemado en la hoguera el Gran Maestre templario, Jacques de Molay, quien con su
último aliento profirió una maldición contra el Papa, Felipe IV, su dinastía y
los perseguidores de la Orden. Y la maldición se cumpliría.
Muerte de Jaques de Molay
La primera manifestación de la maldición fue el escándalo de
la Torre de Nesle, en la que dos de las tres nueras del rey se citaban con sus
respectivos amantes, lo cual era sabido por la tercera nuera. Cuando esto se
hizo público, el rey ordenó la ejecución de los amantes y condenó a sus tres
nueras a cadena perpetua. Esto privó a los príncipes de poder aumentar su descendencia
legítima, ya que al seguir sus esposas vivas no podían contraer nuevas nupcias.
En 1314, fallecen los tres principales objetivos de la
maldición: el papa Clemente V, Guillermo Nogaret, quien fue el principal perseguidor
de la Orden, y Felipe IV, tras sufrir un derrame cerebral durante una cacería.
A partir de entonces, todos los Capeto restantes mueren en
extrañas circunstancias al llegar al trono (complots, envenenamientos, accidentes…),
lo cual induce a pensar que es posible que antiguos templarios se encargaran de
cumplir la maldición. Tras su extinción, los “Capetos Directos” serían
sustituidos por los Valois (“Capetos Indirectos”).
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