lunes, 1 de noviembre de 2021

El criptopórtico romano de Las Gabias

En el presente artículo se pretende dar una descripción a nivel general del yacimiento romano de la villa de Gabia (Las Gabias, Granada). Sobre el contexto del yacimiento citamos las palabras de Marín y Orfila (2016: 286):

“La villa de Gabia se ubica al noroeste del actual casco urbano del municipio de Gabia la Grande, a escasos 6 km de la ciudad de Granada, en una zona tradicionalmente dispuesta al cultivo de cereal, olivar y secano, por su situación en la frontera entre los suelos limosos de la Vega del Genil y el inicio del relieve de los Montes de Málaga. En ella se ha podido localizar tanto su área productiva (Fig. 2), como la zona residencial, ambas presentes ya en la primera construcción de la villa durante época flavia (Ruiz et al., 2010, 123-125) y con un uso más o menos continuado hasta el momento de su abandono, acaecido a lo largo del siglo V d.C.”

Historiografía

El yacimiento fue descubierto por Francisco Serrano durante el desempeño de labores agrícolas; desde entonces, debido a dificultades fruto de la falta de entendimiento entre las instituciones y los propietarios del terreno, solo se han realizado tres intervenciones: 1920, 1976 y 1995. Actualmente, tras el fallecimiento sin herederos de los propietarios, queda pendiente resolver a qué organismo se otorga la responsabilidad de organizar las próximas excavaciones (La Ventana Azul, 2020).

Descripción

De la pars urbana conservamos un criptopórtico de ca. 30 m de longitud y 2,5 de anchura, terminado en una cámara de planta cuadrangular en la cual encontramos una fuente y una lujosa decoración musiva que combina opus sectile y placas de mármol (Sánchez, 2013). El pasillo contaba con diez ventanas, y la galería cuenta con una escalera de caracol en su ángulo derecho para conectarla con la superficie (La Ventana Azul, 2020).

Plano isométrico del criptopórtico (recogido por La Ventana Azul, 2020)

    Respecto a la fuente en el centro de la sala, se trata de un elemento controvertido de cara a la interpretación de la estructura, pues al interpretar este espacio J. Cabré (1923) como correspondiente a una supuesta pila bautismal tradicionalmente se ha visto el lugar como un baptisterio paleocristiano del s. I; interpretación que a día de hoy sabemos errónea, pues el bautismo no se extiende a Occidente hasta los ss. IV-V, teniendo su origen en comunidades monásticas orientales.

La estructura sería pues en realidad un criptopórtico concebido para nivelar el suelo de la pars urbana de una villa, cuya galería sería decorada con una fuente. Sus mosaicos parietales destacan por ser uno de los pocos ejemplos de opus sectile figurado en Hispania, estando su estudio dificultado por haber sufrido una caída desde las paredes que los descompuso; entre la escasa información obtenible podemos contar que se trata de sectile, cuenta con motivos figurativos y probablemente fue elaborado en el mismo taller que los mosaicos de Salar (Marín, 2015).

En los años 90 se descubrió la zona productiva de la villa, contando con una almazara dividida en tres terrazas (Sánchez, 2013):

  • La superior, donde se llevaba a cabo el prensado.
  • La media, para los depósitos de decantación.
  • La inferior, para el almacenaje.
Parte excavada de la villa (Sánchez, 2013)


Bibliografía

Cabré, J., 1923. “Monumento cristiano-bizantino de Gabia la Grande (Granada). Memoria de la inspección y excavación realizadas.” MJSEA nº 55.

La Ventana Azul, 2020. “¿Baptisterio paleocristiano romano del siglo I? ¡Centenario de un descubrimiento 2020!” [Vídeo]. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=Cm7RNR2s8Eg&t=155s [Última consulta 1/11/21].

Marín, P., 2015. “Qualis Villa, Talis Villa. El mosaico romano como fuente documental para el Bajo Imperio y los inicios de la Tardoantigüedad en la Vega de Granada.” Anales de Arqueología Cordobesa nº 25-26, pp. 169-190. Disponible en: https://helvia.uco.es/handle/10396/15814 [Última consulta 1/11/21].

Marín, P., Orfila, M., 2017. “La Vega de Granada y sus establecimientos rurales romanos: nuevos datos sobre la zona residencial de la villa de Gabia.” ROMULA nº 15, pp. 283-308. Disponible en: https://upo.es/revistas/index.php/romula/article/view/2444 [Última consulta 1/11/21].

Sánchez, E., 2013. “Las actividades productivas en Florentia iliberritana.” Revista del Centro de Estudios Históricos de Granada y su Reino nº 25, pp. 49-57. Disponible en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4384428 [Última consulta 1/11/21].





sábado, 22 de mayo de 2021

El emperador Juliano: último bastión del paganismo

En esta ocasión trataremos la figura del emperador Flavio Claudio Juliano (331/332-363), conocido como "el Apóstata" en virtud de la reforma religiosa que constituyó la parte más característica de su reinado, el cual se extiende entre el 355 y el 361 como césar de Constancio II y entre el 361 y el 363 como augusto en solitario.

Para comenzar debemos remontarnos a la muerte de Constantino, quien fue sucedido por sus hijos Constantino II (337-340), Constancio II (337-361) y Constante (337-350), quienes debieron hacer frente a la amenaza persa y a una serie de usurpadores, a la vez que continuaban la política religiosa de su padre. En septiembre del 337, mismo año en que accedieron al poder, ordenaron una matanza de los miembros varones de la familia constantiniana para evitar posibles usurpadores, siendo uno de los supervivientes su primo Juliano, quien no suponía un peligro inmediato por estar más preocupado por su formación filosófica que por los asuntos de Estado; no obstante, ya reinando en solitario Constancio II, fue precisamente él el elegido junto con Galo para el puesto de césar, siendo más adelante el segundo ejecutado por conspirar contra el emperador, de forma que el poder quedaba dividido entre Juliano y Constancio. El césar fue enviado a Hibernia (antigua Irlanda) y a las Galias, donde demostró una aptitud militar que le valió el favor del ejército, dándose que los soldados le aclamaron emperador; Juliano, por supuesto, rechazó esto y emitió discursos en favor de su primo, si bien esto no evitó que el emperador temiera una posible usurpación, llegando a pagar a unos bárbaros para que mataran a Juliano, lo cual finalmente no aconteció.

A la muerte de Constancio II, contando ya con el poder supremo y sin miedo a ser ejecutado, se produce un punto de inflexión: Juliano reniega del cristianismo, o como él lo denomina en sus escritos, "ateísmo," y confiesa ser un pagano encubierto, decretando incluso una serie de medidas tales como el restablecimiento y apertura de los templos y la derogación de las leyes que prohibían los sacrificios y de las que privilegiaban la fe cristiana; abandonó también la estética absolutista de los emperadores del Bajo Imperio, presentándose como un primus inter pares en la línea del modelo de princeps establecido originalmente por Augusto. Era también un emperador helenístico, que sustituyó a los profesores cristianos de las ciudades por otros que transmitieran la sabiduría griega y enfocó la campaña contra los persas como una emulación de la llevada a cabo por Alejandro.

Respecto a su reforma religiosa, lo que buscaba no era volver exactamente al estadio anterior a Constantino, sino institucionalizar el paganismo siguiendo el modelo de la Iglesia cristiana, dentro de un modelo henoteísta de influencia neoplatónica. El sacerdocio que pretende formar a este propósito, lejos de basarse en el del paganismo clásico, sigue una regla como cualquier orden monacal cristiana, basada en lo siguiente (Quiroga, 2020, pág. 77):

“Siguiendo el ejemplo que él mismo daba, los miembros de este estamento deberían abstenerse de asistir a espectáculos teatrales y evitar acudir a tabernas o admirar obras de arte poco edificantes. De igual modo, debían guardar unas normas de decoro y comportamiento en público que incluían controlar las visitas a los gobernantes para evitar levantar suspicacias. Además, expresó su deseo de crear hostales para albergar extranjeros y pobres.”

A pesar de todo, el gran problema con que se encontró Juliano fue que el cristianismo estaba ya muy asentado en la población del Imperio, siendo tarde para una marcha atrás al paganismo; sobre esto, ninguna prueba mejor que los pasajes en que el propio emperador se queja de la escasa afluencia de los habitantes de Antioquía a los ritos religiosos (Juliano, Misopogon, 34):

"En el décimo mes aproximadamente de vuestro calendario (creo que vosotros lo llamáis Loo) tiene lugar la fiesta tradicional de este dios [Apolo], y hubierais debido apresuraros a reuniros en Dafne. Yo, por mmi parte, desde el templo de Zeus Casio corrí hacia el santuario, creyendo que allí disfrutaría enormemente de vuestra riqueza y emulación. En aquel momento me imaginaba la procesión como si la viera en sueños, las víctimas, las libaciones, los coros con sus almas dispuestas de forma digna del dios y engalanados con simples y adecuados vestidos. Pero cuando penetré en el santuario no encontré ni perfumes, ni torta sacrificial, ni víctima."

Fue esta difusión del cristianismo lo que le obligó a ser respetuoso con este credo, y de hecho llamó de vuelta a obispos exiliados por su predecesor, lo que no obstante era un regalo envenenado: estos habían sido exiliados por Constancio II con motivo de los debates cristológicos; al traerles de vuelta y restituirles sus bienes Juliano se ganaba el favor de unos obispos que veían con malos ojos a su predecesor por haberles expulsado, además de debilitar el cristianismo al reavivar sus conflictos internos con la restitución de disidentes expulsados por poner en cuestión la doctrina comúnmente aceptada.

No debe extrañar pues que su intento de reforma muriera con él, el 26 de junio del 363, en batalla contra los persas; no contando con descendencia, los generales eligieron como su sucesor a Joviano, quién reinó durante muy poco tiempo, siendo sus única acciones importantes la paz con los persas y el retorno al cristianismo. 


Bibliografía recomendada

Amiano Marcelino, Historia. Trad. Mª L. Harto Trujillo, Madrid: Akal, 2002.

Bringmann, K., 2006. "Juliano." Barcelona: Herder.

Quiroga, A.J., 2020. "El emperador Juliano: de la Historia a la ficción." Madrid: Síntesis.

Mención de honor, por supuesto, a la producción del propio Juliano, emperador del que más escritos conservamos. Recomendamos, como es común en fuentes clásicas, acudir a las traducciones de la editorial Gredos, disponibles de forma gratuita en formato digital.

jueves, 11 de marzo de 2021

Antonio vs Octaviano: Un combate entre dioses

 Si algo caracteriza la política romana son las puyas y acusaciones entre las distintas partes a través tanto de rumores como de la historiografía, y el paradigma de esto es el conflicto entre M. Antonio y C. Julio César Octaviano: un festival de chismes y vejaciones en las que todo lo que se decía sobre uno era devuelto por el otro. En este contexto, nos detendremos en una parte muy concreta: la asociación propagandística de cada uno con una divinidad.

Denario de Antonio y Octaviano (RRC 5127/2)

Ya el admirado Alejandro había sentado el precedente al identificarse con Dioniso, divinidad griega asociada al triunfo militar, aunque también a la fiesta de celebración y degenerado de esto el desmadre y las orgías, con el vino como centro de la conexión entre los fieles y el dios; por ello, era muy fácil para los contrarios al macedonio tergiversar el sentido de esta asociación.

En el cariz triunfal se fijaron C. Julio César y Cn. Pompeyo Magno, quienes incluyeron en sus ceremonias de Triunfo elefantes (símbolo asociado a la divinidad), y como es lógico esto influyó en alguien muy cercano a ellos: el magister equitum de quien llegaría a ser dictator vitalicio. Además, al asociarse con Dioniso (o su versión latina, Baco), Antonio estaba equiparándose con Alejandro y por ende con el gran rey macedónico, lo que le daba muy buena imagen de cara a sus súbditos egipcios una vez se unió en matrimonio con Cleopatra Philopator; se presentó pues como el "Nuevo Dioniso," empleando la pertinente iconografía y celebrando banquetes temáticos en los que el vino jugaba un papel protagonista. Cuestión peligrosa, pues Cicerón lo tuvo fácil para presentarle como un déspota oriental borracho y lujurioso.


Lo que queda de una escultura de "Antonio báquico"

En cuanto al otro bando, Octaviano se veía en desventaja al enfrentarse a alguien asociado al triunfo; escoger para sí a Niké no era una opción por ser esta una hembra, y tampoco Venus, de la que supuestamente descendía pero que como diosa del amor, la belleza y la fertilidad no era demasiado apropiada para este contexto. Por lo tanto, debía buscar un dios masculino que contrastara con el escogido por su adversario, y con el que pudiera asociarse de algún modo.

Casualmente, resultaba que el primer templo dedicado a Apolo en Roma había sido construido por un miembro de la gens Julia; además, este dios había ayudado a su antepasado Eneas en la guerra de Troya y era una divinidad muy popular en Roma, considerado el ideal de perfección. Era idóneo para contrastar con el dios típicamente heleno de Antonio, y como no podía suceder de otra forma lo adoptó como divinidad protectora.

Asentadas estas identificaciones, el hecho más importante en relación con ellas fueron los dos banquetes celebrados por los triunviri. El primero en tener lugar fue el de Augusto, conocido como "la cena de los doce dioses," una parodia de los banquetes olímpicos en la que cada comensal se atavió como un dios (Octaviano por supuesto se vistió como Apolo) y disfrutaron de una noche de desmadre y adulterio, acompañados de deliciosas viandas, mientras el pueblo pasaba hambre a causa del bloqueo naval de Sexto Pompeyo.

"Tan pronto como la mesa recibió al anfitrión de aquellos impíos / y cuando Malia vio a seis dioses y seis diosas, / mientras César juega sacrílegamente a ser Apolo, / mientras se cena reproduciendo los adulterios de los dioses, / todas las divinidades abandonaron al punto el orbe terráqueo / y el propio Júpiter huyó de su áureo trono."

(Versos anónimos citados en Suet. Aug. LXX) 

Sea verdad o no, el acontecimiento caló en la opinión pública y le valió a Octaviano el apodo de "Apolo Tortor," es decir torturador. Casualmente, no mucho después llegó a Roma la noticia de que Antonio había celebrado en Alejandría un banquete de características similares, en el que los comensales interpretaban dioses egipcios y Antonio y Cleopatra representaban a Osiris e Isis; no es el único caso en que una acusación hacia uno era compensada dirigiendo una parecida hacia el otro.


Bibliografía recomendada

Cicerón, Filípicas. Trad. Pere J. Quetglas, Barcelona, 2017.

San Vicente, J.I., 2015. "Antonio-Dioniso versus Octaviano-Apolo: Propaganda y contrapropaganda en torno a los ritos dionisíacos." En ARYS 13, pp. 77-125.

Suetonio, Divus Augustus. Trad. Alfonso Cuatrecasas, Barcelona, 2010.

Zanker, P. , 1992. "Augusto y el poder de las imágenes." Madrid: Alianza, pp. 66-76.