domingo, 3 de abril de 2022

La caída de Poseidón: La guerra del Asiento (1739-1748)

1731. El Isabela se halla patrullando las costas de Florida, cuando divisa cerca de la costa un barco sospechoso. El capitán Juan León Fandiño saca su catalejo para verlo con más claridad y divisa una bandera inglesa. "Tratándose de albiones, desconfía y acertarás," piensa, y ordena al timonel que se aproxime.

El barco, Rebecca, resulta ser un buque de contrabando, cosa que al español no le gusta nada. Decide darles una lección a los ingleses, para lo que le corta una oreja al capitán de la embarcación y se la devuelve con la frase "Dile a tu rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve." Jenkins conservó la oreja, y en 1739 la presentó ante la Cámara de los Comunes. Esto desató un conflicto entre los dos partidos existentes: por un lado, los conservadores, que deseaban tomar por la fuerza las riquezas de España, al fin tenían su casus belli. Por otro, los liberales, menos favorables a desatar un conflicto armado, propusieron una compensación económica, lo cual les daría las ansiadas riquezas sin tener que enviar un solo hombre a la guerra. Después de unas largas negociaciones, el primer ministro Robert Walpole reclamó a España una compensación de unas cien mil libras, a lo que los orgullosos españoles se negaron.

Los ingleses, ante la perspectiva de abrir a sus manufacturas un mercado mucho mayor que el navío de permiso concedido en Utrecht y tomar zonas ricas en recursos interpretaron esta negativa como un ultraje y la aprovecharon para declarar la guerra al Imperio Español. El conflicto daría comienzo en 1739 y sería conocido como la Guerra de la Oreja de Jenkins por los ingleses y la Guerra del Asiento por los españoles.


Robert Jenkins presentando su oreja

Declarada la guerra, Inglaterra no se anda con chiquitas y manda rumbo al caribe a su mejor hombre: el almirante Edward "Old Grog" Vernon, veterano de la Guerra de Sucesión Española que tomó las armas en las batallas de Málaga y Barcelona. La base de operaciones fue establecida en Port Royal (Jamaica), desde donde se pretendía en un principio atacar La Habana. Sin embargo, este plan fue descartado tras un reconocimiento de la zona, que se hallaba fuertemente defendida.

Ante la necesidad de un nuevo plan, la pérfida Albión recurrió a su especialidad: la piratería. La flota británica acordó que el primer paso debía ser interceptar la flota de Indias, que llevaba riquezas desde América hacia España. En cuanto a dónde encontrarla, cabían tres posibilidades: La Guaira, Portobelo y Cartagena de Indias.

Vernon se dedicó durante un tiempo a investigar las comunicaciones españolas en la zona y capturar algún que otro barco mientras se preparaba el plan de ataque al primer objetivo, La Guaira, que encargó al ingenioso capitán Thomas Waterhouse. Waterhouse, pérfido albión, usó el sucio truco de cambiar su bandera por la española para aproximarse sin problemas al puerto, y una vez allí hacerse con los barcos mercantes y asaltar el fuerte.

De este modo, el 22 de octubre de 1739 tres barcos de bandera española se aproximaban al puerto de La Guaira. Pero para su sorpresa, los defensores advirtieron que los tripulantes de esos barcos no eran sino ingleses, y se colocaron en posición de ataque para, una vez estuvieron lo suficientemente cerca, disparar a discreción. Las balas de cañón no cesaban de acribillar a los atacantes, y tras tres horas forcejeando, Waterhouse ordenó la retirada. Tan destrozados estaban sus barcos, que se vio obligado a detenerse en Jamaica para llevar a cabo reparaciones de emergencia. Una vez de vuelta en la base, se disculpó ante Vernon alegando que la captura de unos pocos barcos no era motivo suficiente para justificar la muerte de sus hombres.


Batalla de La Guaira

Ante el fracaso de Waterhouse, Vernon se arremangó y decidió encargarse él mismo del siguiente ataque. El 5 de noviembre de 1739, el almirante partía hacia Portobelo con seis barcos.

Los ingleses tardarían quince días en llegar a su destino, así que mientras avanzan entretengámonos echando un vistazo a las defensas de Portobelo. La zona contaba con tres fuertes: Todofierro, Gloria y San Jerónimo, que en total reunían tan solo 700 hombres. El gobernador, además, no tenía interés en los asuntos militares y apenas se había molestado en mantener unas defensas apropiadas: había zonas estratégicas en las que se podía notar una total ausencia de soldados, algunos cañones no estaban colocados, la organización de las tropas era pésima y la flota estaba constituida por dos guardacostas.

¡Mirad quién ha llegado! Los ingleses acaban de entrar en el puerto sin mayor problema y ya están cañoneando el Todofierro. Por suerte, los otros dos fuertes podrán defenderlo. Ah, no, espera: al parecer el Gloria está demasiado tierra adentro para alcanzar a los barcos enemigos y los cañones del San Jerónimo están desmontados. Bueno, puede que el Todofierro haya caído, pero los valientes soldados españoles lo darán todo en la batalla terrestre. Que sepan de lo que estamos hechos. ¡Al ata... ¿Qué demonios hace el gobernador? ¡Le está entregando la ciudad a Vernon sin haber levantado un arma!

Sin embargo, el almirante entra en cólera al ver que todo el oro que se suponía guardaban los españoles en el puerto había sido trasladado a Perú en previsión de un ataque inglés. Tal era su ira, que ordenó arrasar la ciudad, tarea que llevó meses: los castillos fueron derribados hasta la última piedra, los cañones arrojados al mar y los baluartes junto al río Chagres destruidos. Solamente una vez no quedó rastro alguno de las fuerzas españolas, Vernon marchó de vuelta a Jamaica, resentido por el hecho de que aún habiendo logrado una victoria aplastante en el primer acto de envergadura de la guerra, este no hubiera servido para nada.

 

Tras borrar el desastre de La Guaira con Portobelo, los británicos se decidieron a atacar Cartagena de Indias, uno de los puntos clave del sistema defensivo español, para lo que reunieron la mayor flota de la historia de Gran Bretaña, con 186 navíos de los cuales un tercio eran de guerra., 3.000 cañones y 30.000 hombres. Al parecer las murallas eran sólidas, pero el lugar contaba con pocos efectivos: 4.000 hombres, de los cuales 600 eran arqueros indígenas, y seis barcos. Y al mando de todo esto, el gobernador del lugar y el almirante Blas de Lezo, un vasco tuerto, cojo y manco.


Blas de Lezo contempla la victoria, de Moreno y Vallespín

La fortaleza estaba protegida por una bahía con dos entradas: Bocachica y Bocagrande, estando todos los barcos españoles en la segunda. En marzo de 1740, Vernon mandó seis barcos que desembarcarían 400 hombres para tantear la capacidad del enemigo, que fueron repelidos con facilidad. A primeros de mayo, volvería a atacar con doce barcos que tampoco lograrían progresar mucho, y el 13 de marzo de 1741 lanzó a toda su flota. Antes de que diera inicio el ataque sobre las defensas exteriores, ya habían caído todos los barcos españoles, bloqueando Bocachica y Bocagrande según el plan de Lezo. Los españoles defendieron ambas entradas durante dos semanas, y a su retirada los ingleses se concentraron en el fuerte de San Felipe de Barajas, protegido por 600 hombres. Ante esta situación de desventaja, Vernon mandaría a Inglaterra la noticia de que la batalla había sido ganada.

La batalla de Cartagena de Indias

Para atacar el fuerte Vernon mandó medir sus muros y preparar escalas a medida, aunque no contaba con que Lezo, conocedor de esto, excavara durante la noche una fosa que las inutilizaba. La mañana siguiente fue una auténtica carnicería.

Los ingleses siguieron bombardeando por un mes, pero la gran cantidad de heridos, la aparición de enfermedades y la escasez de suministros le obligaron a retirarse con más de 15.000 muertos, entre los cuales se contaba gran parte de la oficialidad. Al regreso de Vernon a Londres, el rey Jorge II prohibió hablar o escribir sobre la batalla y mandó recoger las medallas conmemorativas acuñadas. Vernon, por su parte, sería relevado del mando de la flota.


Medalla conmemorativa de la "victoria" inglesa


lunes, 1 de noviembre de 2021

El criptopórtico romano de Las Gabias

En el presente artículo se pretende dar una descripción a nivel general del yacimiento romano de la villa de Gabia (Las Gabias, Granada). Sobre el contexto del yacimiento citamos las palabras de Marín y Orfila (2016: 286):

“La villa de Gabia se ubica al noroeste del actual casco urbano del municipio de Gabia la Grande, a escasos 6 km de la ciudad de Granada, en una zona tradicionalmente dispuesta al cultivo de cereal, olivar y secano, por su situación en la frontera entre los suelos limosos de la Vega del Genil y el inicio del relieve de los Montes de Málaga. En ella se ha podido localizar tanto su área productiva (Fig. 2), como la zona residencial, ambas presentes ya en la primera construcción de la villa durante época flavia (Ruiz et al., 2010, 123-125) y con un uso más o menos continuado hasta el momento de su abandono, acaecido a lo largo del siglo V d.C.”

Historiografía

El yacimiento fue descubierto por Francisco Serrano durante el desempeño de labores agrícolas; desde entonces, debido a dificultades fruto de la falta de entendimiento entre las instituciones y los propietarios del terreno, solo se han realizado tres intervenciones: 1920, 1976 y 1995. Actualmente, tras el fallecimiento sin herederos de los propietarios, queda pendiente resolver a qué organismo se otorga la responsabilidad de organizar las próximas excavaciones (La Ventana Azul, 2020).

Descripción

De la pars urbana conservamos un criptopórtico de ca. 30 m de longitud y 2,5 de anchura, terminado en una cámara de planta cuadrangular en la cual encontramos una fuente y una lujosa decoración musiva que combina opus sectile y placas de mármol (Sánchez, 2013). El pasillo contaba con diez ventanas, y la galería cuenta con una escalera de caracol en su ángulo derecho para conectarla con la superficie (La Ventana Azul, 2020).

Plano isométrico del criptopórtico (recogido por La Ventana Azul, 2020)

    Respecto a la fuente en el centro de la sala, se trata de un elemento controvertido de cara a la interpretación de la estructura, pues al interpretar este espacio J. Cabré (1923) como correspondiente a una supuesta pila bautismal tradicionalmente se ha visto el lugar como un baptisterio paleocristiano del s. I; interpretación que a día de hoy sabemos errónea, pues el bautismo no se extiende a Occidente hasta los ss. IV-V, teniendo su origen en comunidades monásticas orientales.

La estructura sería pues en realidad un criptopórtico concebido para nivelar el suelo de la pars urbana de una villa, cuya galería sería decorada con una fuente. Sus mosaicos parietales destacan por ser uno de los pocos ejemplos de opus sectile figurado en Hispania, estando su estudio dificultado por haber sufrido una caída desde las paredes que los descompuso; entre la escasa información obtenible podemos contar que se trata de sectile, cuenta con motivos figurativos y probablemente fue elaborado en el mismo taller que los mosaicos de Salar (Marín, 2015).

En los años 90 se descubrió la zona productiva de la villa, contando con una almazara dividida en tres terrazas (Sánchez, 2013):

  • La superior, donde se llevaba a cabo el prensado.
  • La media, para los depósitos de decantación.
  • La inferior, para el almacenaje.
Parte excavada de la villa (Sánchez, 2013)


Bibliografía

Cabré, J., 1923. “Monumento cristiano-bizantino de Gabia la Grande (Granada). Memoria de la inspección y excavación realizadas.” MJSEA nº 55.

La Ventana Azul, 2020. “¿Baptisterio paleocristiano romano del siglo I? ¡Centenario de un descubrimiento 2020!” [Vídeo]. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=Cm7RNR2s8Eg&t=155s [Última consulta 1/11/21].

Marín, P., 2015. “Qualis Villa, Talis Villa. El mosaico romano como fuente documental para el Bajo Imperio y los inicios de la Tardoantigüedad en la Vega de Granada.” Anales de Arqueología Cordobesa nº 25-26, pp. 169-190. Disponible en: https://helvia.uco.es/handle/10396/15814 [Última consulta 1/11/21].

Marín, P., Orfila, M., 2017. “La Vega de Granada y sus establecimientos rurales romanos: nuevos datos sobre la zona residencial de la villa de Gabia.” ROMULA nº 15, pp. 283-308. Disponible en: https://upo.es/revistas/index.php/romula/article/view/2444 [Última consulta 1/11/21].

Sánchez, E., 2013. “Las actividades productivas en Florentia iliberritana.” Revista del Centro de Estudios Históricos de Granada y su Reino nº 25, pp. 49-57. Disponible en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=4384428 [Última consulta 1/11/21].





sábado, 22 de mayo de 2021

El emperador Juliano: último bastión del paganismo

En esta ocasión trataremos la figura del emperador Flavio Claudio Juliano (331/332-363), conocido como "el Apóstata" en virtud de la reforma religiosa que constituyó la parte más característica de su reinado, el cual se extiende entre el 355 y el 361 como césar de Constancio II y entre el 361 y el 363 como augusto en solitario.

Para comenzar debemos remontarnos a la muerte de Constantino, quien fue sucedido por sus hijos Constantino II (337-340), Constancio II (337-361) y Constante (337-350), quienes debieron hacer frente a la amenaza persa y a una serie de usurpadores, a la vez que continuaban la política religiosa de su padre. En septiembre del 337, mismo año en que accedieron al poder, ordenaron una matanza de los miembros varones de la familia constantiniana para evitar posibles usurpadores, siendo uno de los supervivientes su primo Juliano, quien no suponía un peligro inmediato por estar más preocupado por su formación filosófica que por los asuntos de Estado; no obstante, ya reinando en solitario Constancio II, fue precisamente él el elegido junto con Galo para el puesto de césar, siendo más adelante el segundo ejecutado por conspirar contra el emperador, de forma que el poder quedaba dividido entre Juliano y Constancio. El césar fue enviado a Hibernia (antigua Irlanda) y a las Galias, donde demostró una aptitud militar que le valió el favor del ejército, dándose que los soldados le aclamaron emperador; Juliano, por supuesto, rechazó esto y emitió discursos en favor de su primo, si bien esto no evitó que el emperador temiera una posible usurpación, llegando a pagar a unos bárbaros para que mataran a Juliano, lo cual finalmente no aconteció.

A la muerte de Constancio II, contando ya con el poder supremo y sin miedo a ser ejecutado, se produce un punto de inflexión: Juliano reniega del cristianismo, o como él lo denomina en sus escritos, "ateísmo," y confiesa ser un pagano encubierto, decretando incluso una serie de medidas tales como el restablecimiento y apertura de los templos y la derogación de las leyes que prohibían los sacrificios y de las que privilegiaban la fe cristiana; abandonó también la estética absolutista de los emperadores del Bajo Imperio, presentándose como un primus inter pares en la línea del modelo de princeps establecido originalmente por Augusto. Era también un emperador helenístico, que sustituyó a los profesores cristianos de las ciudades por otros que transmitieran la sabiduría griega y enfocó la campaña contra los persas como una emulación de la llevada a cabo por Alejandro.

Respecto a su reforma religiosa, lo que buscaba no era volver exactamente al estadio anterior a Constantino, sino institucionalizar el paganismo siguiendo el modelo de la Iglesia cristiana, dentro de un modelo henoteísta de influencia neoplatónica. El sacerdocio que pretende formar a este propósito, lejos de basarse en el del paganismo clásico, sigue una regla como cualquier orden monacal cristiana, basada en lo siguiente (Quiroga, 2020, pág. 77):

“Siguiendo el ejemplo que él mismo daba, los miembros de este estamento deberían abstenerse de asistir a espectáculos teatrales y evitar acudir a tabernas o admirar obras de arte poco edificantes. De igual modo, debían guardar unas normas de decoro y comportamiento en público que incluían controlar las visitas a los gobernantes para evitar levantar suspicacias. Además, expresó su deseo de crear hostales para albergar extranjeros y pobres.”

A pesar de todo, el gran problema con que se encontró Juliano fue que el cristianismo estaba ya muy asentado en la población del Imperio, siendo tarde para una marcha atrás al paganismo; sobre esto, ninguna prueba mejor que los pasajes en que el propio emperador se queja de la escasa afluencia de los habitantes de Antioquía a los ritos religiosos (Juliano, Misopogon, 34):

"En el décimo mes aproximadamente de vuestro calendario (creo que vosotros lo llamáis Loo) tiene lugar la fiesta tradicional de este dios [Apolo], y hubierais debido apresuraros a reuniros en Dafne. Yo, por mmi parte, desde el templo de Zeus Casio corrí hacia el santuario, creyendo que allí disfrutaría enormemente de vuestra riqueza y emulación. En aquel momento me imaginaba la procesión como si la viera en sueños, las víctimas, las libaciones, los coros con sus almas dispuestas de forma digna del dios y engalanados con simples y adecuados vestidos. Pero cuando penetré en el santuario no encontré ni perfumes, ni torta sacrificial, ni víctima."

Fue esta difusión del cristianismo lo que le obligó a ser respetuoso con este credo, y de hecho llamó de vuelta a obispos exiliados por su predecesor, lo que no obstante era un regalo envenenado: estos habían sido exiliados por Constancio II con motivo de los debates cristológicos; al traerles de vuelta y restituirles sus bienes Juliano se ganaba el favor de unos obispos que veían con malos ojos a su predecesor por haberles expulsado, además de debilitar el cristianismo al reavivar sus conflictos internos con la restitución de disidentes expulsados por poner en cuestión la doctrina comúnmente aceptada.

No debe extrañar pues que su intento de reforma muriera con él, el 26 de junio del 363, en batalla contra los persas; no contando con descendencia, los generales eligieron como su sucesor a Joviano, quién reinó durante muy poco tiempo, siendo sus única acciones importantes la paz con los persas y el retorno al cristianismo. 


Bibliografía recomendada

Amiano Marcelino, Historia. Trad. Mª L. Harto Trujillo, Madrid: Akal, 2002.

Bringmann, K., 2006. "Juliano." Barcelona: Herder.

Quiroga, A.J., 2020. "El emperador Juliano: de la Historia a la ficción." Madrid: Síntesis.

Mención de honor, por supuesto, a la producción del propio Juliano, emperador del que más escritos conservamos. Recomendamos, como es común en fuentes clásicas, acudir a las traducciones de la editorial Gredos, disponibles de forma gratuita en formato digital.

jueves, 11 de marzo de 2021

Antonio vs Octaviano: Un combate entre dioses

 Si algo caracteriza la política romana son las puyas y acusaciones entre las distintas partes a través tanto de rumores como de la historiografía, y el paradigma de esto es el conflicto entre M. Antonio y C. Julio César Octaviano: un festival de chismes y vejaciones en las que todo lo que se decía sobre uno era devuelto por el otro. En este contexto, nos detendremos en una parte muy concreta: la asociación propagandística de cada uno con una divinidad.

Denario de Antonio y Octaviano (RRC 5127/2)

Ya el admirado Alejandro había sentado el precedente al identificarse con Dioniso, divinidad griega asociada al triunfo militar, aunque también a la fiesta de celebración y degenerado de esto el desmadre y las orgías, con el vino como centro de la conexión entre los fieles y el dios; por ello, era muy fácil para los contrarios al macedonio tergiversar el sentido de esta asociación.

En el cariz triunfal se fijaron C. Julio César y Cn. Pompeyo Magno, quienes incluyeron en sus ceremonias de Triunfo elefantes (símbolo asociado a la divinidad), y como es lógico esto influyó en alguien muy cercano a ellos: el magister equitum de quien llegaría a ser dictator vitalicio. Además, al asociarse con Dioniso (o su versión latina, Baco), Antonio estaba equiparándose con Alejandro y por ende con el gran rey macedónico, lo que le daba muy buena imagen de cara a sus súbditos egipcios una vez se unió en matrimonio con Cleopatra Philopator; se presentó pues como el "Nuevo Dioniso," empleando la pertinente iconografía y celebrando banquetes temáticos en los que el vino jugaba un papel protagonista. Cuestión peligrosa, pues Cicerón lo tuvo fácil para presentarle como un déspota oriental borracho y lujurioso.


Lo que queda de una escultura de "Antonio báquico"

En cuanto al otro bando, Octaviano se veía en desventaja al enfrentarse a alguien asociado al triunfo; escoger para sí a Niké no era una opción por ser esta una hembra, y tampoco Venus, de la que supuestamente descendía pero que como diosa del amor, la belleza y la fertilidad no era demasiado apropiada para este contexto. Por lo tanto, debía buscar un dios masculino que contrastara con el escogido por su adversario, y con el que pudiera asociarse de algún modo.

Casualmente, resultaba que el primer templo dedicado a Apolo en Roma había sido construido por un miembro de la gens Julia; además, este dios había ayudado a su antepasado Eneas en la guerra de Troya y era una divinidad muy popular en Roma, considerado el ideal de perfección. Era idóneo para contrastar con el dios típicamente heleno de Antonio, y como no podía suceder de otra forma lo adoptó como divinidad protectora.

Asentadas estas identificaciones, el hecho más importante en relación con ellas fueron los dos banquetes celebrados por los triunviri. El primero en tener lugar fue el de Augusto, conocido como "la cena de los doce dioses," una parodia de los banquetes olímpicos en la que cada comensal se atavió como un dios (Octaviano por supuesto se vistió como Apolo) y disfrutaron de una noche de desmadre y adulterio, acompañados de deliciosas viandas, mientras el pueblo pasaba hambre a causa del bloqueo naval de Sexto Pompeyo.

"Tan pronto como la mesa recibió al anfitrión de aquellos impíos / y cuando Malia vio a seis dioses y seis diosas, / mientras César juega sacrílegamente a ser Apolo, / mientras se cena reproduciendo los adulterios de los dioses, / todas las divinidades abandonaron al punto el orbe terráqueo / y el propio Júpiter huyó de su áureo trono."

(Versos anónimos citados en Suet. Aug. LXX) 

Sea verdad o no, el acontecimiento caló en la opinión pública y le valió a Octaviano el apodo de "Apolo Tortor," es decir torturador. Casualmente, no mucho después llegó a Roma la noticia de que Antonio había celebrado en Alejandría un banquete de características similares, en el que los comensales interpretaban dioses egipcios y Antonio y Cleopatra representaban a Osiris e Isis; no es el único caso en que una acusación hacia uno era compensada dirigiendo una parecida hacia el otro.


Bibliografía recomendada

Cicerón, Filípicas. Trad. Pere J. Quetglas, Barcelona, 2017.

San Vicente, J.I., 2015. "Antonio-Dioniso versus Octaviano-Apolo: Propaganda y contrapropaganda en torno a los ritos dionisíacos." En ARYS 13, pp. 77-125.

Suetonio, Divus Augustus. Trad. Alfonso Cuatrecasas, Barcelona, 2010.

Zanker, P. , 1992. "Augusto y el poder de las imágenes." Madrid: Alianza, pp. 66-76.

domingo, 23 de agosto de 2020

Fuerte de San Antonio de Barra

 El fuerte de San Antonio de Barra, en Estoril, Portugal, fue mandado construir en 1589 por Felipe I como parte de las defensas de Lisboa. El proyecto fue encargado al ingeniero italiano Vicêncio Casale.

Aunque el proyecto original del italiano consistía en una torre de planta cuadrada de 30 m de altura defendida por una línea de mosquetería con cuatro piezas de artillería, se decidió hacer una fortaleza mucho mayor con cuatro bastiones angulares, con el muro típico de la época, y una estructura interior accesible mediante un puente levadizo, consistente en dos edificios oblongos separados por un ala cubierta, existiendo en este punto intermedio una pequeña capilla.


Plano de la fortaleza

El complejo empezó a estar operativo en 1591, pero con el paso del tiempo fue quedando en desuso progresivamente, llegando sus fuerzas  de entre quince y dieciocho piezas de artillería a entre dos y cuatro en el s. XVIII, y pasando el número de soldados de cuarenta y seis a siete.
Tras el terremoto de 1755 se llevó a cabo una reconstrucción de cara a la Guerra de los Siete Años, teniendo lugar la siguiente restauración en 1831. En 1950 fue utilizado como puesto de la Guardia Fiscal, y en 1950 se convirtió en la residencia de verano de Antonio de Oliveira Salazar, siendo además donde tuvo lugar la famosa caída de la silla que le incapacitó para gobernar.


Despacho de Salazar

Cerca de la entrada, podemos ver una placa conmemorativa en la que la Cámara Municipal de Cascais declara que la fortaleza sirvió como residencia de Salazar, a quien elogia como un gran estadista.


A lo largo de toda la estructura podemos hallar varios azulejos con citas de las Lusiadas de Luis de Camoes, célebre escritor de la zona, una cita de Fernando Pessoa y dos dibujos, un que reza "Esta es la moneda con la que el rey paga los tributos" y otra que dice "Por la patria eterna renuncio a los más puros sentimientos de mi amor de madre", ilustrando a la reina con los dos príncipes.


Finalmente, podemos mostrar imágenes de la plaza central y la capilla:


martes, 4 de agosto de 2020

Agripina la Menor

Agripina la Menor (15-59 d.C.) fue hija del prestigioso general Germánico Julio César (15 a.C - 19 d.C.), hijo adoptivo de Tiberio, y de Agripina la Mayor (14 a.C. - 19 d.C.), hija de Augusto. Además de esta noble ascendencia, Agripina fue hermana de Calígula, esposa de Claudio y madre de Nerón, siendo siempre la mano derecha del emperador de turno.

Agripina la Menor

Estamos hablando tal vez de la mujer más influyente de la historia romana, si bien esto no estaba manifiesto durante el reinado de Calígula, ya que si bien sus tres hermanas gozaban de grandes privilegios y ejercían como sus amantes, había una favorita, Drusila, estando Agripina en un segundo plano, especialmente tras la muerte de esta. A la muerte de su hermano supo mantenerse cerca de su tío el emperador Claudio, y aprovechó la caída en desgracia de su esposa Mesalina por infiledidad para seducirle, siendo este su auténtico ascenso al poder. Con el emperador en la palma de su mano, hizo que adoptara a su hijo Nerón, fruto del matrimonio con Cneo Domicio Enobarbo, nieto de Marco Antonio e hijo de una sobrina de César Augusto, y emparentado por parte de padre con Lépido, y quien ejerció como cónsul entre el 32 y el 37, muriendo en el 40. Una vez realizada la adopción, Agripina alejó a Británico, hijo de Claudio y Mesalina, de su padre y procuró el nombramiento de Nerón como heredero. Cuando el emperador empezó a sentirse incómodo por el protagonismo y la influencia de Agripina, fue envenenado, según fuentes de la época con una seta especialmente apetitosa.

Claudio

Nerón heredó el trono y gobernó según los consejos de su madre, aunque pronto se cansó de sus ínfulas de emperatriz. En el año 55 despidió al liberto griego Marco Antonio Palas, supuesto descendiente de los reyes de Arcadia y querido de Agripina, de su puesto en el Tesoro; ella vio esto como una declaración de hostilidad y se salió con Británico, que contaba con catorce años y la posibilidad de reclamar el trono cuando alcanzara la mayoría de edad. Tal era el ansia de poder de Agripina, que amenazó con denunciar el envenenamiento de Claudio ante la guardia pretoriana, aunque Nerón lo consideró un farol por las consecuencias que eso tendría para ella.

El emperador contrató a la esclava gala Locusta, envenenadora de Claudio, para hacer lo propio con Británico, lo cual se realizó tan solo un mes antes de su mayoría de edad, en una cena en la que estaba presente Agripina. Esta tal Locusta es considerada una de las primeras asesinas en serie, y tras la caída de Nerón fue sentenciada a ser violada públicamente por una jirafa amaestrada y devorada por leones, condena ideada por el emperador Galba, famoso por su promiscuidad y su debilidad por los hombres vigorosos, maduros y depilados.

Locusta

El siguiente paso fue acabar con Agripina, lo cual no fue fácil: primero, se intentó el envenenamiento; después, derribar sus aposentos con ella dentro, y finalmente hundir el barco en el que viajaba. Agripina, haciendo muestra de unas excelentes dotes de nado, sobrevivió a la experiencia y envió a su hijo una carta notificándole que su barco había naufragado. El emperador, tras mandar asesinar al mensajero, envió al liberto Aniceto a darle muerte (no se fiaba de los pretorianos), y Agripina, sabedora de por qué acudían a su encuentro, se levantó de su cama, se rasgó las ropas mostrando el vientre y exclamó: "¡Golpea aquí, Aniceto, golpea aquí, pues este llevó a Nerón!". Aprovecho para comentar también las últimas palabras que Nerón dirigió a Agripina, en el barco: "Que tengas fortaleza y buena salud, madre. Por ti vivo y por ti gobierno". Finalmente, cuando tuvo ante sí el cuerpo desnudo, comentó: "No sabía que tenía una madre tan bella".

La culpa traumatizó y enloqueció a Nerón, quien afirmaba ser perseguido por las Erinias y por el espíritu de su madre. Sobre las Erinias, Euménides, Praxidíceas o, en Roma, Furias (Furiae; Dirae), y Erinu en Micenas, se trata de tres monstruos aterradores de la mitología griega que atormentaban a los parricidas, entre otros criminales especialmente mal vistos, aunque los lazos de sangre son las causas más frecuentes de su aparición.

Sobre su muerte, siempre se cuenta que en cierta ocasión acudió al Oráculo preguntando si su hijo reinaría, a lo que este contestó: "Será rey, pero matará a su madre". Ella, dispuesta a todo por el poder, exclamó: "¡Que me mate con tal de que reine!". Como diría cierto canciller galáctico: "Irónico".

Nerón

Bibliografía recomendada
Dión Casio, Historia romana LX y LXII, 11-14.
Grimal, P., 1992. "Memorias de Agripina." Barcelona: Edhasa.

miércoles, 15 de julio de 2020

La Fronda



Tanto los nobles como el pueblo se la tenían jurada a Mazarino por las medidas financieras tomadas para continuar las guerras de Richelieu, siendo estas el aumento de los impuestos, los préstamos forzados con una reducción del interés y la venta de cargos, así como el impuesto de la comodidad y un aumento de los derechos de entrada en París, culminando con la retención de salarios en 1.648.
Este contexto económico propició el surgimiento de las Frondas, que se dividen en tres:
  • Fronda parlamentaria (1.648-1.649)
  • Fronda de los príncipes (1.650)
  •  Fronda de Condé (1.651-1.653)

La Fronda parlamentaria
Mazarino pidió a los parliements la cesión de un sueldo a cambio de mantener el privilegio que les permitía transmitir su cargo de forma hereditaria a cambio de una cuota. Esto enfadó mucho a los parlamentarios, que se reunieron en una sola cámara (Cámara de San Luis) y exigieron un mayor control de los parliements sobre la regencia. La reina, por consejo de Mazarino, aceptó en un principio las exigencias, aunque tras la victoria de los ejércitos reales en España bajo el mando de Condé la monarquía vio aumentado su poder, aprovechando Mazarino para ordenar el arresto de los opositores, entre los que destacaba el presidente de la Cámara de San Luis Pierre Broussel, muy apreciado por el pueblo.
Este ataque de la regencia provocó a un pueblo parisino liderado por la burguesía, terminando en el día de las barricadas el 26 de agosto de 1648, así llamado por el levantamiento de más de 600 barricadas, además del incendio del palacio de Luynes, donde se había refugiado el canciller Séguier. Estos sucesos forzaron la liberación de los presos y la concesión de las exigencias, entre las que se encontraban el aflojamiento de los impuestos, la supresión de los intendentes, la prohibición de arrestar a miembros del Parlamento sin justificación y un aumento del poder parlamentario.
No obstante, la reina no estaba dispuesta a mantener las concesiones, y mandó exiliar a los miembros del parlamento por rebeldía. Al no lograr que esto se llevara a cabo, hizo que los ejércitos reales, bajo el mando del Príncipe Condé Luis de Borbón, rodearan París. La estrategia de los atacantes fue cortar las vías de suministros y dejar que el hambre llevara a los rebeldes a rendirse, con lo que como última medida estos amenazaron con solicitar apoyo a España, lo que forzó unas negociaciones que estabilizaron la situación, aunque sin eliminar el descontento popular.

LAS LECCIONES DE LA FRONDA. Por Carmen Pastor Sirvent. :: HISTORIARUM


La Fronda de los príncipes
Tras sus victorias militares y su papel en la Fronda, Condé se fijó el objetivo de tomar el puesto de Mazarino como primer ministro, aunque esto no gustó a la reina y fue encarcelado junto al príncipe de Conti y el duque de Longueville. Los aliados de Condé apelaron al Parlamento y propiciaron la agitación popular, viéndose obligado Mazarino a liberar a los príncipes. Ya libres, estos siguieron intentando hacerse con el poder, recurriendo para ello al favor popular; esta agitación puso en boca la reunión de los Estados Generales, lo que apresuró a la reina a encerrar de nuevo a los príncipes.

Tras esto, la duquesa de Longueville, el duque de La Rochefoucauld y el vizconde de Turena (más conocido como Turenne a secas) huyeron a Normandía y consiguieron el apoyo de España y los Países Bajos. Con la creación de un poderoso ejército, los insurgentes fueron tomando territorios a la vez que el Parlamento exigía la liberación de los príncipes y la destitución de Mazarino, quien se vio forzado a huir fuera de París. Para evitar que la reina le siguiera los burgueses cerraron París y se aseguraron de que el heredero al trono no estuviera preparado para marcharse, teniendo la reina que poner en vigilancia sus aposentos. Finalmente, los presos fueron liberados y el Parlamento abrió un proceso contra Mazarino.

Como golpe final la nobleza planeó convocar los Estados Generales para remodelar la monarquía hacia un sistema que repartiera el poder entre el rey y los aristócratas, pero la declaración en septiembre de 1.651 de la mayoría de edad de Luis XIV puso fin a la regencia y a la Fronda.



La Fronda de Condé
Tras la declaración de la mayoría de edad del heredero Condé abandonó París y se dedicó a llevar a cabo diversas escaramuzas contra los ejércitos reales en las provincias. Ese mismo año 1.651 la reina y Luis XIV abandonaron París para reunirse con Mazarino y entrar en la ciudad de forma triunfal cuando Condé cayera, a modo de golpe simbólico para reafirmar el absolutismo.
Condé llegó a tomar París, pero la falta de organización en su movimiento y la ausencia de una base social fuerte le hizo decaer, terminando en la salida de los miembros del Parlamento de París por orden de Luis XIV y el cese de Mazarino como mano tendida hacia la paz. Condé huyó a Flandes y el rey y su madre entraron en París, llamando unos meses más tarde a Mazarino para seguir ejerciendo como primer ministro.
En 1.652 el rey prohibió a los parlamentos de París intervenir en asuntos de Estado y financieros, las reformas de 1.648 fueron anuladas, los intendentes restituidos y Mazarino ejerció su puesto hasta su muerte. Sin embargo, aunque a corto plazo la Fronda fuera un fracaso, tuvo dos consecuencias de vital importancia:
  • Crear en Luis XIV un temor por el pueblo y la nobleza que le llevó a practicar un absolutismo totalmente autoritario, para lo cual no halló gran oposición debido al hastío del pueblo y los nobles tras cinco años de intensas revueltas.
  • Ser el caldo de cultivo de la Revolución Francesa de 1.789, pues lo único que diferencia a esta de la Fronda es una causa más definida y un mayor componente popular.