1731. El Isabela se halla
patrullando las costas de Florida, cuando divisa cerca de la costa un barco
sospechoso. El capitán Juan León Fandiño saca su catalejo para verlo con más
claridad y divisa una bandera inglesa. "Tratándose de albiones, desconfía
y acertarás," piensa, y ordena al timonel que se aproxime.
El barco, Rebecca, resulta ser un
buque de contrabando, cosa que al español no le gusta nada. Decide darles una
lección a los ingleses, para lo que le corta una oreja al capitán de la
embarcación y se la devuelve con la frase "Dile a tu rey que lo mismo le
haré si a lo mismo se atreve." Jenkins conservó la oreja, y en 1739 la
presentó ante la Cámara de los Comunes. Esto desató un conflicto entre los dos
partidos existentes: por un lado, los conservadores, que deseaban tomar por la
fuerza las riquezas de España, al fin tenían su casus belli. Por otro, los
liberales, menos favorables a desatar un conflicto armado, propusieron una
compensación económica, lo cual les daría las ansiadas riquezas sin tener que
enviar un solo hombre a la guerra. Después de unas largas negociaciones, el
primer ministro Robert Walpole reclamó a España una compensación de unas cien
mil libras, a lo que los orgullosos españoles se negaron.
Los ingleses, ante la perspectiva de
abrir a sus manufacturas un mercado mucho mayor que el navío de permiso
concedido en Utrecht y tomar zonas ricas en recursos interpretaron esta
negativa como un ultraje y la aprovecharon para declarar la guerra al Imperio
Español. El conflicto daría comienzo en 1739 y sería conocido como la Guerra de
la Oreja de Jenkins por los ingleses y la Guerra del Asiento por los españoles.
Robert Jenkins presentando su oreja |
Declarada la guerra, Inglaterra no
se anda con chiquitas y manda rumbo al caribe a su mejor hombre: el almirante
Edward "Old Grog" Vernon, veterano de la Guerra de Sucesión Española
que tomó las armas en las batallas de Málaga y Barcelona. La base de
operaciones fue establecida en Port Royal (Jamaica), desde donde se pretendía
en un principio atacar La Habana. Sin embargo, este plan fue descartado tras un
reconocimiento de la zona, que se hallaba fuertemente defendida.
Ante la necesidad de un nuevo plan,
la pérfida Albión recurrió a su especialidad: la piratería. La flota británica
acordó que el primer paso debía ser interceptar la flota de Indias, que llevaba
riquezas desde América hacia España. En cuanto a dónde encontrarla, cabían tres
posibilidades: La Guaira, Portobelo y Cartagena de Indias.
Vernon se dedicó durante un tiempo a
investigar las comunicaciones españolas en la zona y capturar algún que otro
barco mientras se preparaba el plan de ataque al primer objetivo, La Guaira,
que encargó al ingenioso capitán Thomas Waterhouse. Waterhouse, pérfido albión,
usó el sucio truco de cambiar su bandera por la española para aproximarse sin problemas
al puerto, y una vez allí hacerse con los barcos mercantes y asaltar el fuerte.
De este modo, el 22 de octubre de
1739 tres barcos de bandera española se aproximaban al puerto de La Guaira.
Pero para su sorpresa, los defensores advirtieron que los tripulantes de esos
barcos no eran sino ingleses, y se colocaron en posición de ataque para, una
vez estuvieron lo suficientemente cerca, disparar a discreción. Las balas de
cañón no cesaban de acribillar a los atacantes, y tras tres horas forcejeando,
Waterhouse ordenó la retirada. Tan destrozados estaban sus barcos, que se vio
obligado a detenerse en Jamaica para llevar a cabo reparaciones de emergencia.
Una vez de vuelta en la base, se disculpó ante Vernon alegando que la captura
de unos pocos barcos no era motivo suficiente para justificar la muerte de sus
hombres.
Batalla de La Guaira |
Ante el fracaso de Waterhouse,
Vernon se arremangó y decidió encargarse él mismo del siguiente ataque. El 5 de
noviembre de 1739, el almirante partía hacia Portobelo con seis barcos.
Los ingleses tardarían quince días
en llegar a su destino, así que mientras avanzan entretengámonos echando un
vistazo a las defensas de Portobelo. La zona contaba con tres fuertes:
Todofierro, Gloria y San Jerónimo, que en total reunían tan solo 700 hombres.
El gobernador, además, no tenía interés en los asuntos militares y apenas se
había molestado en mantener unas defensas apropiadas: había zonas estratégicas
en las que se podía notar una total ausencia de soldados, algunos cañones no
estaban colocados, la organización de las tropas era pésima y la flota estaba
constituida por dos guardacostas.
¡Mirad quién ha llegado! Los
ingleses acaban de entrar en el puerto sin mayor problema y ya están cañoneando
el Todofierro. Por suerte, los otros dos fuertes podrán defenderlo. Ah, no,
espera: al parecer el Gloria está demasiado tierra adentro para alcanzar a los
barcos enemigos y los cañones del San Jerónimo están desmontados. Bueno, puede
que el Todofierro haya caído, pero los valientes soldados españoles lo darán
todo en la batalla terrestre. Que sepan de lo que estamos hechos. ¡Al ata...
¿Qué demonios hace el gobernador? ¡Le está entregando la ciudad a Vernon sin
haber levantado un arma!
Sin embargo, el almirante entra en
cólera al ver que todo el oro que se suponía guardaban los españoles en el
puerto había sido trasladado a Perú en previsión de un ataque inglés. Tal era
su ira, que ordenó arrasar la ciudad, tarea que llevó meses: los castillos
fueron derribados hasta la última piedra, los cañones arrojados al mar y los baluartes
junto al río Chagres destruidos. Solamente una vez no quedó rastro alguno de
las fuerzas españolas, Vernon marchó de vuelta a Jamaica, resentido por el
hecho de que aún habiendo logrado una victoria aplastante en el primer acto de
envergadura de la guerra, este no hubiera servido para nada.
Tras borrar el desastre de La Guaira
con Portobelo, los británicos se decidieron a atacar Cartagena de Indias, uno
de los puntos clave del sistema defensivo español, para lo que reunieron la
mayor flota de la historia de Gran Bretaña, con 186 navíos de los cuales un
tercio eran de guerra., 3.000 cañones y 30.000 hombres. Al parecer las murallas
eran sólidas, pero el lugar contaba con pocos efectivos: 4.000 hombres, de los
cuales 600 eran arqueros indígenas, y seis barcos. Y al mando de todo esto, el
gobernador del lugar y el almirante Blas de Lezo, un vasco tuerto, cojo y
manco.
Blas de Lezo contempla la victoria, de Moreno y Vallespín |
La fortaleza estaba protegida por
una bahía con dos entradas: Bocachica y Bocagrande, estando todos los barcos
españoles en la segunda. En marzo de 1740, Vernon mandó seis barcos que
desembarcarían 400 hombres para tantear la capacidad del enemigo, que fueron
repelidos con facilidad. A primeros de mayo, volvería a atacar con doce barcos
que tampoco lograrían progresar mucho, y el 13 de marzo de 1741 lanzó a toda su
flota. Antes de que diera inicio el ataque sobre las defensas exteriores, ya
habían caído todos los barcos españoles, bloqueando Bocachica y Bocagrande
según el plan de Lezo. Los españoles defendieron ambas entradas durante dos semanas,
y a su retirada los ingleses se concentraron en el fuerte de San Felipe de
Barajas, protegido por 600 hombres. Ante esta situación de desventaja, Vernon
mandaría a Inglaterra la noticia de que la batalla había sido ganada.
La batalla de Cartagena de Indias |
Para atacar el fuerte Vernon mandó medir sus muros y preparar escalas a medida, aunque no contaba con que Lezo, conocedor de esto, excavara durante la noche una fosa que las inutilizaba. La mañana siguiente fue una auténtica carnicería.
Los ingleses siguieron bombardeando
por un mes, pero la gran cantidad de heridos, la aparición de enfermedades y la
escasez de suministros le obligaron a retirarse con más de 15.000 muertos,
entre los cuales se contaba gran parte de la oficialidad. Al regreso de Vernon
a Londres, el rey Jorge II prohibió hablar o escribir sobre la batalla y mandó
recoger las medallas conmemorativas acuñadas. Vernon, por su parte, sería
relevado del mando de la flota.
Medalla conmemorativa de la "victoria" inglesa |